El milagro de los Jacked

Ayer Rafael Muñoz consiguió el bronce en los 50 metros mariposa en Roma, donde como todo el mundo sabe se están celebrando los campeonatos del mundo de natación. Ganó Cavic, pero se quedó lejos del récord del mundo que estableció Muñoz esta pasada primavera en Málaga, con el controvertido bañador Jacked. No fue una buena carrera de Rafael, que era el principal favorito para llevarse el oro después de lo demostrado en las semifinales y se tuvo que conformar con la tercera posición. Lo curioso de la situación actual es que se hace hasta raro que se gane una final de un mundial sin batir el récord mundial.

Lo que en otros deportes es excepcional cómo batir un récord, en la natación se ha vuelto normal y hasta rutinario. A lo largo del año las marcas han ido cayendo con una frecuencia elevadísima y estrictamente relacionada al uso de la tecnología en el deporte, y más concretamente al uso de los bañadores tipo el modelo Jacked; homologados, deshomologados y finalmente vueltos a homologar hasta que los mundiales de Roma concluyan. Posiblemente el hecho de que los mundiales se celebren en Roma y que el fabrcante de algunos de los modelos que han sido homologados (como el Jacked-01 de Rafa Muñoz) sea italiano haya tenido algo que ver.

Y es que más de 100 récords mundiales en los últimos 18 meses dan que pensar. Hay dos puntos de vista paradigmáticos sobre la influencia de la tecnología en la natación, personificados en los que son posiblemente nuestros dos mejores nadadores, Rafael Muñoz y Aschwin Wildeboer.

El primero siempre ha sostenido que el bañador si lo tiras a la piscina no nada solo, y Aschwin ha mantenido que los récords de los últimos años eran ficticios y que había un problema con los bañadores. Una postura que mantuvo incluso cuando él mismo batió el récord en los 100 metros espalda, aunque le durara poco la alegría.

Posiblemente los dos tengan razón. Los mejores nadadores seguiran ganando, mientras que los nadadores mediocres por mucho que utilicen las prendas más sofisticadas seguiran consiguiendo posiciones discretas. No debe de ser sencillo que pongan en duda el mérito de un nadador cuando gana una carrera, y Rafael Muñoz en ese aspecto demuestra habitualmente cierta hostilidad hacia las preguntas que señalan a su bañador como el causante de sus marcas. En realidad el tema es tan sencillo como aceptar que él es un buen nadador y que su posición no variaría si sólamente se permitiese nadar con bañadores de algodón. Seguiría siendo favorito para ganar los 50 metros mariposa, pero es evidente que sus marcas no serían las que son.

Lo complicado reside en decidir hasta que punto se retrocede, hasta donde se recortan los récords, hasta dónde eliminamos la ayuda tecnológica. Porque si de golpe y porrazo se eliminara toda la tecnología de la natación, posiblemente estuviesemos años sin que un sólo récord del mundo se batiera, y quizá nadadores mejores no llegaran a esos tiempos por pura imposibilidad material.

La verdad es que la FINA patinó en este asunto hace mucho tiempo y ahora el tema tiene difícil solución. O asumir que los récords en esta disciplina van a tener cada vez menos importancia, o encontrar una solución rocambolesca como hacer una separación de categorías con sus respectivas marcas mundiales. Carreras con y sin ayuda tecnológica, las primeras absolutamente restringidas en cuanto a los materiales permitidos (algo así como nadar con slips del Carrefour) y otra dónde la ayuda tecnológica esté absolutamente liberada, convirtiendo la natación en un deorte de equipo, donde la capacidad de los ingenieros sea tan determinante como el talento del nadador. Es una idea muy rebuscada, pero la FINA debe plantearse algo al respecto, porque lo de la natación actual, es de chirigota.